Siempre me tomé muy en serio la alimentación. Les cuento que cuando yo era chiquita tuve un estafilococo (no me acuerdo exactamente cual) pero era bien rebelde y no lo podían curar con ningún antibiótico. Ningún tratamiento médico tradicional funcionó conmigo. Mi mamá muy cansada y preocupada optó por una vía natural y me llevó a un naturópata. Yo tendría unos 5 años, el me daba miedo y lo apodé el Dr. Garfio (haciendo alusión al malo de Peter Pan). Pues este Dr. Garfio, me salvó de la bacteria maldita y me encaminó hacia una vida sana y más natural.
¿En qué consistía básicamente ese tratamiento? En retirar todo alimento procesado de mi dieta. No azúcar refinada, no gaseosas, básicamente nada que viniera envasado. Y mi mamá y mi gran fuerza de voluntad (admirable para ser tan chiquita) lo lograron.
Y saben qué? No extraño una infancia sin caramelos, ni chocolates. Me encantó comer fruta, pasas, jugos y agua.
Agradezco en el alma a mi madre por ir por esa vía. Agradezco el amor y dedicación en cada comida libre de procesados que me preparó. Agradezco que me enseñara a cuidar de mi cuerpo a través de la alimentación.
Cocinar a tus hijos comidas sanas, ricas y nutritivas no tiene que significar hacer un sacrificio espantoso de tiempo, gastar mucho dinero o que tengamos que ser un Gastón Acurio o un Ferrán Adriá en la cocina. Necesitamos alimentos frescos de estación, variedad (coman el arcoiris, cuanto más color mejor) un poco de creatividad y muuucho amor.
No se tarda más en hacer un rico saltado de verduras con arroz integral que descongelar y hornear una pizza de jamon y queso llena de aditivos. O qué tanto te puedes tardar en hacer una tostada de pan integral con un huevo revuelto y un poco de palta en lugar de unos cereales con leche y un jugo de caja? Creo que está más en las desiciones que tomamos que el tiempo que «perdemos».
A través de la comida podemos compartir momentos lindos de complicidad con nuestros hijos. Cocinando juntos creamos recuerdos únicos. Martina es aún muy chica para cocinar conmigo, pero me acompaña en la cocina mientras preparo el almuerzo, ella se queda en su silla jugando con una cuchara de palo y unos tappers. De vez en cuando la acerco a la olla para revolver y dice: «WOW!!!! Nom nom nom.» El olor de las cebollas salteándose le abre el apetito y la prepara para la hora de comer. Es maravilloso.
Así que mi gran consejo, INVIERTE tiempo en cocinar a tus hijos y con tus hijos. Crecerán sanos, fuertes y nutridos y probablemente tomen buenas desiciones alimentarias a lo largo de sus vidas.