Monstruos de plastilina, una manera creativa de pasar la tarde

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Ayer estuve comprando cositas para hacer manualidades con Martina y compré esas bolsitas en las que vienen plumas. lentejuelas, ojos, etc y un paquete de 6 plastilinas. Me hicieron la tarde, nos la pasamos increíble.

Mi plan era hacer monstruos de plastilina, pero Martina decidió jugar con las plumas haciéndome cosquillas en los pies.  Aproveché su iniciativa y le hice cosquillas yo a ella en distintas partes de su cuerpo reforzando partes del cuerpo que normalmente no menciona como axilas, talón, tobillo.

Hizo lluvia con los limpiadores de pipas, a demás de antenas de marciano.

Se puso los ojitos en sus ojos y en el ombligo, estuvo muy divertido y ocurrente.

Me encanta como las cosas no salen como uno las planea. Fue un momento muy lindo de complicidad, amor y risas.

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Hoy por la mañana sí hicimos los monstruos, fue una delicia.

Con este juego potencias su creatividad, plasticidad y motricidad fina. Para motricidad va genial porque tienen que trozar la plastilina, hacer bolitas, aplastarlas. A demás coger los ojitos pegarlos, con un punzón hacer la boca, pinchar las plumas. Es bastante completo. Creativamente me fascina porque quien dice que una cara solo tiene 2 ojos? Los monstruos tienen los que uno quiera  y más. Todo funciona en un monstruo, así que no hay errores. Eso me encanta!

Puedes reforzar los colores, las partes del rostro en cuanto a lenguaje.

Martina está con los números ahora y esto me ayuda a enseñarle a contar, por ejemplo el número de ojos que colocaremos en el monstruo.

En fin con muy pocas cosas, no muy caras puedes pasar un rato diferente, bien divertido y cargado de enseñanzas para tu peque. A nosotros nos funciona muy bien. El próximo paso será hacerlas en cerámica en frío para que nos queden y así hacer historias de monstruos!!!

Se necesitan más días memorables

Martina está creciendo, está entrando en una edad en la que recordará los momentos especiales de su vida. Es un reto y a la vez es algo maravilloso poder construir esa memoria a través de experiencias bonitas, sencillas y sensibles. Bruno, por su parte, es aún pequeño pero a través de estas vivencias absorbe y aprende muchísimo.

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Estas navidades nos fuimos  a España a visitar a la familia de Ignazio. Fue un viaje revelador. Hace un año, compramos un terreno en el valle de Cauzón en Granada, con el sueño de llevar una vida más sencilla en algún momento de nuestras vidas (imagino que será para nuestra jubilación). El hecho es, que lo visitamos por primera vez. Llevamos a los chicos y fue un momento mágico en nuestras vidas.

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Martina, libre como el viento. Con el pelo suelto, ropa cómoda y sin complejos se apoderó del lugar. Recorrió el cerro en busca de Rebeca Liebre, con el firme propósito de ser su amiga y darle un abrazo. Recorrimos el bosque en busca de piñas y hierbitas para jugar a la cocina.

Incluso se atrevió a dirigir un rebaño de ovejas junto al pastor del pueblo. Imitaba el llamado «hop hop -iiiiillla», llamando a la cabra que guiaba el rebaño.  Campanilla (la cabra) se acercó a ella, y Martina solo quería darle de comer hierba en la boca. Mary la perra del pastor, su nueva mejor amiga, cada vez que se acuerda de ella se le escapa una risotada.

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Bruno sintió el frío de verdad por primera vez, los cachetes se le ponían colorados. Sintió la tierra en sus manos, texturas nuevas y desmenuzaba pastitos con los dedos. Gateaba feliz por el terreno a campo traviesa.

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Aprovechamos esos días para plantar unos cuantos árboles en el terreno, queremos recuperar los cerros con bosque nativo. Así que nos fuimos al vivero de la zona y compramos olivos, alcornoques, pinos, encinas, quejigos, nogales, avellanos, laurel, tomillo, romero, lavandas, etc. Fue una locura, plantamos más de 50 árboles en total.

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Plantamos los árboles en familia. Fue super bonito. Agotador, pero maravilloso. Es un terreno con muchas lomas, no teníamos agua por lo que regar era una odisea, teníamos que cargar bidones de 8 litros para regar cada arbolito. Fue una locura, pero de las que gustan. Va a ser muy lindo contarle a los chicos cuando sean más grandes que todos esos árboles los plantamos juntos cuando eran pequeños.

Los días se nos pasan sumidos en la rutina, muchas veces en días ocupados pero la mayor parte de las veces sin estar cargados de experiencias enriquecedoras y mucho menos memorables. La vida debería estar cargada de días memorables, de días que llenen tu espíritu, de momentos que atesores por siempre.  Estas semanas fueron así. Fueron días muy tranquilos, en contacto con la naturaleza, en entornos pacíficos y sencillos pero muy profundos para el alma. Sin teléfonos, sin televisión, nos teníamos a nosotros. Fuimos inmensamente felices.

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